El 13 de agosto ha sido publicada la esperada Ley 21.105 que crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. Se establece -entre otras tareas- que este nuevo Ministerio “fomentará el trabajo multi, inter y transdisciplinario y velará por un equilibrio adecuado entre la investigación inspirada en la curiosidad y aquella orientada por los objetivos del desarrollo del país o sus regiones”.
En su organización a nivel regional, el nuevo Ministerio considera la existencia de secretarías regionales ministeriales, y coordinaciones macrozonales. En el Párrafo 1° del Título IV, la Ley 21105 establece la creación de una “Estrategia de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación para el desarrollo futuro” y fortalecimiento de la institucionalidad pública para la ciencia, considerando los desafíos y oportunidades del desarrollo del país y las regiones.
En especial este apartado apunta a promover una “cultura de la ciencia”. Sin duda esto constituye un gran desafío, sobre todo para las regiones de nuestro país. Una “cultura de la ciencia” significa no sólo más y mejor ciencia, sino que también ciencia con pertinencia, y ciencia con recursos. Ciencia con pertinencia es ciencia en consideración a lo que acontece en las regiones, para las regiones y desde las regiones. Algo más que la sola consideración de las vocaciones productivas, que, siendo necesarias, no son suficientes. Ciencia con recursos es ciencia de verdad; es ciencia fértil.
De este modo, a nivel regional –léase a nivel subnacional-, la promoción de una “cultura de la ciencia” antes que un gatillador, es esperable sea el sentido de la futura “Estrategia de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación para el desarrollo futuro” que impulsa la nueva ley. Una “cultura de la ciencia” por lo demás no puede tener ausente una disposición hacia lo público, es decir, un conocimiento destinado a ser utilizado en la solución de problemas sobre las relaciones entre –por ejemplo- distintos grupos o colectividades, el abordaje y creación de pensamiento con un sentido o destino social de la investigación. La “cultura de la ciencia”, en su sentido público, tiende así a conformar mecanismos específicos que posibilitan los acoplamientos estructurales necesarios en las regiones y que crean las funciones facilitadoras para las influencias recíprocas entre la investigación y la sociedad. En una palabra, compromiso y creatividad para la ciencia pública contemporánea.